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Basilisa
se asoció
a otras compañeras en una vida conventual. Dice la
leyenda que Basilisa y las demás vírgenes que
residían en el monasterio no lejano al de Julián
conocieron por revelación divina el tiempo de su
muerte. Basilisa, que durante toda su vida había
exhortado siempre con su ejemplo y sus palabras a la
práctica de la santidad monástica, les pone delante
el cielo, superabundante premio de sus
mortificaciones, austeridades y renuncias. Y al poco
de morir aquellas vírgenes, se aparecen a Basilisa,
notificándola la fecha de su muerte; ella se acuerda
de la visión primera que tuvo en compañía de Julián
mientras eran novios, cuando decidieron consagrar a
Dios a perpetuidad su virginidad. Sobre Antioquia un
día vinieron los conflictos y las persecuciones
contra la Iglesia; y todas las saetas y tormentos
empezaron a funcionar con furor y saña. A mares eran
martirizados los cristianos y los muertos se
amontonaban en la tierra antioquena como impasibles
escombros. El presidente de Antioquia, Marciano,
ordena apresar y encarcelar a Julián y a los que con
él residían en el monasterio apacible. Un verdugo
daba demasiado fuerte y araba en el cuerpo de Julián
con notorio encono, cuando de un latigazo flagelante
le saltó un ojo. El mártir, que no se cura a si
mismo y que deja sangrar a sus martirizados
miembros, implora el milagro para el mismo verdugo
despiadado. |