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Fieles
Difuntos |
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El
purgatorio es la mansión temporal de los que
murieron en gracia, hasta purificarse totalmente.
Las almas del purgatorio ya no pueden merecer. Pero
Dios nos ha concedido a nosotros el poder
maravilloso de aliviar sus penas, de acelerar su
entrada en el paraíso. Así se realiza por el dogma
consolador de la comunión de los Santos, por la
relación e interdependencia de todos los fieles de
Cristo, los que están en la tierra, en el cielo o en
el purgatorio. Con nuestras buenas obras y oraciones
podemos aplicar a los difuntos los méritos infinitos
de Cristo. |
De este
modo, la muerte cristiana, unida a la de Cristo,
tiene un aspecto pascual: es el tránsito de la vida
terrena a la vida eterna. Por eso, a lo que los
paganos llamaban necrópolis (ciudad de los muertos),
los cristianos llamamos cementerio (dormitorio o
lugar de reposo transitorio). Así se entiende que
San Francisco de Asís pudiese saludar alegremente a
la descarnada visitante: «Bienvenida sea mi hermana
la muerte». Y con más pasión aún Santa Teresa: «¡Ah,
Jesús mío! Ya es hora de que nos veamos». |
Este es
el sentido de la Conmemoración de los Fieles
Difuntos. Como Conmemoración litúrgica solemne, la
estableció San Odilón, abad de Cluny, para toda la
Orden Benedictina. Las gentes recibieron con gusto
la iniciativa. Roma la adoptó y se extendió por toda
la cristiandad. |
¿Vamos a
rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por
ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras
buenas obras?... Los muertos nunca jamás vienen a
espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a
favor de los que rezan por ellos. Estos actos de
piedad son constantemente alentados por la Iglesia. |
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