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San
Guido |
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Era ya
adulto cuando se sintió llamado a realizar una
peregrinación a Tierra Santa. A la vuelta, decidió
pasar por Roma para visitar el Vaticano. Allí
conoció a Vondulfo, decán de la Iglesia de
Anderlecht, que estaba preparándose para hacer
también la peregrinación a Tierra Santa. Hablando y
hablando con nuestro Santo, terminó convenciéndole
de que lo acompañara, de modo que allá se encaminó
de nuevo San Guido, pensando que no podría gastar su
tiempo en nada mejor que en acompañar a un amigo en
su búsqueda de Dios. |
Acababan
de llegar a Jerusalén cuando Vondulfo contrajo una
enfermedad y murió. Justo antes de expirar, le pidió
a su amigo que le comunicara a su familia y
compañeros de Anderlecht que había fallecido. De
modo que el Santo volvió a Europa y se encaminó a
aquel pueblo, donde transmitió la triste noticia.
Fue acogido con tanto cariño que decidió quedarse:
primero unos días, después una pequeña temporada y,
al fin, el resto de su vida. Allí, además de ayudar
en los oficios sagrados, convivió con los pobres y
los desesperados, contándoles anécdotas de su vida
como peregrino y dándoles amor y esperanza. |
Murió,
hacia el 1012, en Anderlecht, su ciudad, donde se le
enterró casi como a un desconocido. Pero, en su
sepultura comenzaron a suceder hechos maravillosos
que empezaron a atraer a la gente del pueblo primero
y a los lejanos después. De hecho sus reliquias
comenzaron a recibir culto y la devoción a San Guido
se extendió rápidamente, cobrando auge continuo y
popularidad. |
Una vez
más, con este Santo agricultor, sacristán,
comerciante fracasado y caminante del mundo, se nos
enseña que la santidad no es patrimonio exclusivo de
conventuales, sabios o mártires. |
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