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San
Julián |
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Con un
suave olor de flores (según la leyenda) los novios
Julián y Basilisa son arrastrados hacia el amor de
la virginidad, apareciéndoseles Nuestro Señor
Jesucristo aprobando la determinación de conservarse
intactos. Acompañan a Cristo un cortejo interminable
de santos y santas vírgenes, entre cuyo desfile
grandioso y ante la expectación de los celestes
ejércitos ven sus nombres como en un letrero
inmenso. |
Esta
aparición fue para Basilisa y Julián como una jura
de bandera, con estruendo de clarines y con sonar de
armonías inolvidables. Al poco tiempo mueren los
padres de Julián y ambos recién casados se retiran y
fundan sendos monasterios. |
El sitio
donde se apartó Julián era un campo árido; pero allí
se reunirían gran cantidad de personas deseosas de
recogimiento. El espíritu los lanzaba al desierto,
como sucederá en todas las épocas de la historia.
Piedra a piedra fueron levantando el edificio donde
reposar el cuerpo mientras trabaja la mente en
sublimes y divinos pensamientos. La finalidad que
estos monjes perseguían al venir en torno a San
Julián era imitar a Cristo en su cuaresma, hasta que
el hambre mordiese sus entrañas, aun cuando su
imaginación les sugiere convertir milagrosamente las
piedras en panes, venciendo así al eterno tentador
con la irrefutable contestación de que el hombre
vive también de las palabras salidas de la boca de
Dios. |
Julián.
en su monasterio cercano a Antioquia, tuvo personal
vigilancia de todos los quehaceres de la comunidad y
con este motivo la autoridad del santo abad tendría
que abarcar a todos los monjes con cariño y con
prudencia, distribuyendo equitativamente las cargas
y los duros trabajos entre los componentes del
monasterio. Era Julián uno más que realizaba lo de
su incumbencia con la misma exactitud con que hacía
ejecutar lo que ordenaba, no reprendiendo con encono
ni con altanería, sino con frases amables,
comprensivas y alentadoras, cargadas de amor, que
llegaban hasta lo más profundo del súbdito. |
Tampoco
nos causa asombro que su esposa Basilisa se asociase
a otras compañeras en una vida conventual. Dice la
leyenda que Basilisa y las demás vírgenes que
residían en el monasterio no lejano al de Julián
conocieron por revelación divina el tiempo de su
muerte. Basilisa, que durante toda su vida había
exhortado siempre con su ejemplo y sus palabras a la
práctica de la santidad monástica, les pone delante
el cielo, superabundante premio de sus
mortificaciones, austeridades y renuncias. Y al poco
de morir aquellas vírgenes, se aparecen a Basilisa,
notificándola la fecha de su muerte; ella se acuerda
de la visión primera que tuvo en compañía de Julián
mientras eran novios, cuando decidieron consagrar a
Dios a perpetuidad su virginidad. Sobre Antioquia un
día vinieron los conflictos y las persecuciones
contra la Iglesia; y todas las saetas y tormentos
empezaron a funcionar con furor y saña. A mares eran
martirizados los cristianos y los muertos se
amontonaban en la tierra antioquena como impasibles
escombros. El presidente de Antioquia, Marciano,
ordena apresar y encarcelar a Julián y a los que con
él residían en el monasterio apacible. Un verdugo
daba demasiado fuerte y araba en el cuerpo de Julián
con notorio encono, cuando de un latigazo flagelante
le saltó un ojo. El mártir, que no se cura a si
mismo y que deja sangrar a sus martirizados
miembros, implora el milagro para el mismo verdugo
despiadado. |
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