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Santa
Leocadia |
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Fiesta: 9 de Diciembre |
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304 - †
319 |
s
la gran mártir de Toledo durante la
persecución de Diocleciano, y la patrona de
esta capital de la España visigótica.
Perteneció a una notable familia cristiana
del siglo IV, su padre, Leocadio, y su tío,
Melancio, eran sobrinos del famosísimo
obispo de Córdoba, Osio, que presidió el
Concilio de Nicea, en el que se condenó a
Arrío. En el Toledo romano, donde nació ella
hacia el año 304, su tío ejerció de obispo y
su padre de gobernador, nació pues Leocadia
en un ambiente de selección social y de
abundancias, lo que no impidió que nada más
alcanzada su juventud hiciera votos de
castidad ante su tío el obispo y se
entregara en cuerpo y alma a cumplir con el
mandato evangélico de la caridad. Sus
riquezas, lo que podía distraer de su
opulenta casa, eran destinadas a sufragar la
campaña que había emprendido en favor de los
pobres y los enfermos, a los que atendía
personalmente sin hacer ascos de las
repugnantes heridas de los más afectados. |
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Cuando
la joven Leocadia, más bien la niña, pues al morir
no tenía más de quince años, se afanaba en repartir
bienes materiales y espirituales con la mejor y más
positiva de las funciones sociales, una nueva y
cruel persecución contra los cristianos fue
decretada por el emperador Dicoleciano, quién, con
objeto de contener el constante incremento de
aquella secta de sediciosos, envió a Hispania a un
no menos cruel gobernador de nombre Daciano. Este
gobernador fue el que interrogó y conminó a Leocadia
con presiones de todo tipo a fin de conseguir la
abjuración del cristianismo, para presentarla como
ejemplo a los sencillos seguidores de la Iglesia
cristiana. |
Varios y
tenaces intentos se sucedieron durante largas
sesiones sin que la joven mártir consintiese, ni
ante los ruegos del padre ni ante las amenazas del
cónsul Daciano, quién vencido por tan firmes
negativas y acosado por una predicación evangélica,
ordenó su encierro en una lóbrega mazmorra de la
prisión pretoriana y se la sometiese a tormento. Fue
azotada atada a una columna, lo que lejos de
considerarlo como elemento de tortura, Leocadia lo
recibía como el gran privilegio de tener el mismo
castigo que sufriera Jesucristo. Finalmente murió
con sus labios pegados a la cruz que ella misma
grabó en la húmeda roca del calabozo. |
Junto a
su tumba, en el cementerio local, en la vega del
Tajo, se comienza a desarrollar el culto martirial.
La basílica romana del siglo IV es mejorada a
comienzos del VII por el rey Sisebuto, siglo en el
que el culto a la Santa vive su esplendor. Pronto,
arzobispos ponen propias tumbas junto a su tumba y
concilios toledanos se celebran bajo la cercana
protección. Las reliquias de la Santa patrona
toledana han soportado desde mediados del siglo VIII
un largo peregrinaje. Muchos y no siempre triunfales
han sido los traslados hasta su reposición en la
catedral, a hombros también de Felipe II, en el
siglo XVI. Hoy reposan, en arca de plata, en
El Ochavo de la catedral. |
Toledo
quiso dedicarle tres templos que recordasen su
nacimiento, su prisión y su sepultura. La liturgia
toledana, tanto la visigótica como la mozárabe, la
exaltan en un latín cincelado: "Tú eres nuestra
ínclita conciudadana, nuestra Patrona nativa."
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