|
Santo
Tomás de Villanueva |
|
|
Sentía
una predilección especial por atender a los
enfermos.
Aunque dedicaba muchas horas a rezar y a meditar, su
secretario tenía la orden de llamarlo cuando alguna
persona necesitara consultarle o pedirle algo. A su
palacio arzobispal acudían cada día centenares de
pobres a pedir ayuda, y nadie se iba sin recibir
algún regalo o algún dinero. Especial cuidado tenía
el prelado para ayudar a los niños huérfanos. Y las
muchachas pobres de la ciudad, el día de su
matrimonio recibía un buen regalo del arzobispo. Fue
nombrado Provincial de su comunidad y en 1533 envió
a América los primeros Padres Agustinos que llegaron
a México. |
El
emperador Carlos V al oírle predicar exclamaba:
"Este obispo conmueve hasta las piedras". Y cuando
estaba en la ciudad, nunca faltaba a sus sermones.
Su predicación producía cambios impresionantes en
los oyentes, y aun hoy día conmueven a quienes los
leen. La gente decía que Tomás de Villanueva era
como un nuevo apóstol San Pablo. Fue el “predicador”
más grande de su tiempo, pero su fuerza más que en
la palabra, la ejercía con el ejemplo de su vida,
que es lo que definitivamente convencía.
Frecuentemente mientras celebraba la Santa Misa o
rezaba los Salmos, le sobrevenían los éxtasis y se
olvidaba de todo lo que lo rodeaba y sólo pensaba en
Dios. En esos momentos el rostro le brillaba
intensamente. |
En
septiembre de 1552 sufrió una angina de pecho e
inflamación de la garganta. Mandó repartir entre los
pobres todo el dinero que había en su casa. Hizo que
le celebrara la Misa en su habitación. Murió cuando
tenía 66 años, el 8 de septiembre de 1552.
Beatificado en 1618, el Papa Alejandro VII lo
canonizó en 1658. Sus restos se conservan en la
iglesia catedral de Valencia. |
|
|
 |
|
 |
|
|
|
|
|